jueves, 1 de mayo de 2008

Marai sobre la vanidad del artista



En su novela "La hermana" el novelista húngaro Sandor marai crea un personaje maravilloso: el concertista de piano Z.

El drama de Z. es haber contraído, en la cumbre de su carrera, una enfermedad neurológica que le resta movilidad en los dedos.

Z. medita largamente sobre su desgracia. Intuye que ésta se debe a su vanidad como artista. Siente que la enfermedad es un castigo por haber vivido de una manera egoísta su talento, su arte, y su pasión.

Este es precisamente el tema del canto X del Purgatorio --la soberbia de los artistas, que no se reconocen como un mero instrumento de Dios en un proceso continuo de creación.

Más adelante en la novela, un médico le dice al pianista que los verdaderos médicos no curan, sólo tratan enfermedades, quien cura es Dios.

Ambos, médicos y artistas, en esta concepción, serían sólo medios (medium) de la potencia vivificadora de Dios en el cosmos.

Este es también el tema del canto XI del Infierno, donde Virgilio le explica a Dante, antes de bajar al círculo de los violentos, la esencia del pecado contra natura --actuar en la dirección opuesta al flujo de la energía divina en la naturaleza.

Los invito aleer una página de LA HERMANA de Marai.



3 comentarios:

Luis Adolfo Siabala dijo...

Señor Marai,

Dice usted entre líneas:

“...Siento emoción y humildad al escribirlo, algo más fuerte que el destino y Dios: la disciplina del artista, la conciencia del demiurgo que no se apaga mientras no haya cumplido la tarea de la creación. Porque éste es el único terreno donde el hombre puede competir con Dios, donde en parte puede equipararse a Él: cuando crea algo a partir de la nada, al igual que hace Dios. Y mientras esta tarea lo mantenga con vida, la enfermedad y la muerte no podrán vencerlo...”

Trae de este modo el asunto del creacionismo a partir del "nihil est" (la nada): una cuestión comentada por los pre-socráticos y posteriores. Asumamos la postura de los teologos medievales en este postulado, donde intenta usted relacionar el acto de creación humana con el libro de la naturaleza.

La experiencia creacionista es una forma de conocimiento fundamental para el hombre. En el proceso cognoscitivo no se puede pasar por alto la experiencia, porque a través de ella el hombre comprende la realidad. Santo Tomás intuía esto cuando dijo: “Nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu”: el intelecto no puede elaborar una forma de conocimiento si antes no han percibido los sentidos.

Si pudiéramos resumir desde el punto de vista teologal, diríamos que la creación no representa un cambio más que en nuestro modo de entender. La creación, por la cual todo el ser de la cosa creada toma realidad, no es algo permanente en distintos estados antes y después: nos representamos primero la cosa creada como no existiendo y después como ya existente.

No obstante, puesto que el modo que tenemos de expresarnos sigue al modo de entender, expresamos la creación refiriéndonos al cambio, y por eso decimos que crear es hacer algo a partir de la nada; si bien las palabras hacer y ser hecho son más adecuadas que cambiar y ser cambiado, porque hacer y ser hecho indican la relación causa-efecto y efecto-causa implicando el cambio sólo como una consecuencia.

Equivocadamente se imagina que entre la nada y el ser hay algún medio infinito. Esto es evidentemente falso. El origen de esta falsa afirmación consiste en concebir la creación como un cierto cambio entre dos extremos existentes.

Hablamos, señor Sandro, del hombre como criatura: la opinión de la razón (en el entendido platónico: Dios como Razón, el hombre como opinión”

Le ala afirmación de Tomás de Aquino (Summa Th., Art. 2, q.45, Ia Pima) sobre el asunto:

“ No sólo no es imposible que algo sea creado por Dios, sino que es necesario decir que todo lo creado ha sido hecho por Dios, como se deduce de lo establecido (q.44 a.l). Pues todo el que hace algo de algo, aquello de que lo hace se presupone a su acción y no es producido por la misma acción. Así es como actúa el artista con las cosas naturales, la madera y el bronce que no son producidas por la acción artística, sino por la naturaleza. Incluso la misma naturaleza produce las cosas naturales en lo que se refiere a la forma, pero presupone la materia. Por lo tanto, si Dios no obrase más que presuponiendo alguna materia, dicha materia no sería producida por El. Quedó demostrado anteriormente (q.44 a. 1.2), que nada puede haber en los seres que no proceda de Dios, que es la causa universal de todo ser. Por lo tanto, es necesario afirmar que Dios produce las cosas en su ser a partir de la nada”

Los antiguos filósofos se fijaron en la producción de efectos particulares por causas particulares, las cuales necesariamente presuponen algo anterior a su acción. En este sentido, era opinión común entre ellos que nada se hace a partir de la nada. Y este es el caso de la creación musical: representar (opinar) a partir de lo existente.

¿Cuál es, entonces la función del compositor y del intérprete? Recrear a partir de la propia sensación. El último es un médium, un intuidor de una obra a partir de lo existente.

Y en nada se les resta mérito, señor Marai, pues en esta sinfonía inconclusa, el artista vale por las variaciones armónicas a partir de un postulado: de algo existente.

L

Silvia Sachun dijo...

Me pregunto qué hubiera escrito Dante si hubiera sabido sobre el Tantra para añadir en su canto X
del infierno sobre el tema "contra natura"...

Silvia

Viviana dijo...

Conversando con algunos amigos sobre este tema de la vanidad del artista, ellos me decian que no creían que el artista fuera vanidoso sino que vivia en otro mundo ligado a este por un pequeño hilo. Es por eso que son poco entendibles para la mayoría de los mortales