jueves, 20 de marzo de 2008

vestita di color di fiamma viva




En Purgatorio VII, en respuesta a una pregunta del trovador Sordello, Virgilio responde que él viene del limbo, y describe el lugar y sus ocupantes:

Quivi sto io coi pargoli innocenti
dai denti morsi della morte avante
che fosser dall'umana colpa essenti;

quivi sto io con quei che le tre sante
virtú non si vestiro, e sanza vizio
conobber l'altre e seguir tutte quante. (Pur. VII, 31-35)

(Ahí estoy con los niños inocentes
mordidos por los dientes de la muerte antes
que fuesen exentos de la culpa humana;
Ahí estoy con aquellos que las tres santas
virtudes no vistieron, y sin vicio
conocieron y siguieron las otras cuatro)

Las cuatro virtudes que conocieron los antiguos, antes de la llegada de la fe cristiana, fueron las llamadas virtudes cardinales o morales: justicia, prudencia, fortaleza y templanza.

Lo que me llama la atención es que Dante se refiere a las tres virtudes teologales --fé, esperanza y caridad-- como VESTIDOS. Los habitantes del limbo --dice Virgilio-- no VISTEN las tres virtudes cristianas.

En Purgatorio XXX, la primera visión que Dante tendrá de Beatriz, viéndola aparecer entre una nube de flores, será precisamente vestida con estas virtudes, representadas por tres colores: blanco, verde y rojo.

sovra candido vel cinta d'uliva
donna m'apparve, sotto verde manto
vestita di color di fiamma viva. (Pur. XXX, 31-33)

(sobre blanco velo ceñida de olivo
se me apereció una mujer, bajo verde manto
vestida de color de llama viva).

Este episodio fue pintado, a fines del s. XIX, por Dante Gabriel Rossetti con el título de "El saludo de Beatriz".

1 comentario:

Luis Adolfo Siabala dijo...

Virtud, que viene del latín virtus, viril, fuerza de carácter, es una propensión, facilidad y prontitud para conocer y obrar el bien. Es, además, un buen hábito que capacita a la persona para actuar de acuerdo a la razón recta. Hace de su poseedor una buena persona y hace sus actos también buenos.

Un mal hábito se llama vicio. Las virtudes adquiridas no dependen de la fe. Una persona con el uso de la razón y con su esfuerzo natural puede llegar a ser virtuosa. Pero por la fe el devoto se abre a la gracia que perfecciona las virtudes, capacitando la acción sobrenatural, el bien mas perfecto.

"Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta” (Flp 4, 8).

La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas.

Podemos afirmar que el periplo dantiano es virtuoso, pues obedece a un llamado divino.

El objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a Dios. (S. Gregorio de Nisa, beat. 1).

En la doctrina católica, estas tres virtudes teologales: "La fe, la esperanza y la caridad son como tres estrellas que brillan en el cielo de la vida espiritual para guiar hacia Dios. Son, por excelencia, las virtudes "teologales" que de alguna forma mística ponen en comunión con Dios y llevan a él. Forman un tríptico que tiene su vértice en la caridad, el agape, que canta de forma excelsa Pablo en un himno de la primera carta a los Corintios. Ese himno concluye con la siguiente declaración: "Ahora permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza y el amor (agape), pero la más excelente de ellas es el amor" (1 Co 13, 13)"

Sobre el vestido de ellas, hay que notar que son los aspirantes a las virtudes los que se "visten" de ellas.

Ellas mismas, en la mística y alegoría teologal, no requieren ser vestidas, pues son las prendas para alcanzar la "divinae gratia", aunque la iconografía eclesiástica anterior al Renacimiento las decoraba con ricas prendas.

Siguen a las otras cuatro porque las contienen.

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