miércoles, 25 de mayo de 2011

PAR. XXXIII dove si puote cio che si vuole

Leyendo Paraíso 33, en el verso 34, dimos con la expresión "che puoi ció che tu vuoli" --que puedes todo lo que quieres. Terminando la oración a la Vírgen María, San Bernardo ruega para que Dante, luego de ver a Dios, pueda volver sano al mundo de los mortales. Lo dice con estas palabras:

Ancor ti priego, regina, che puoi
cio che tu vuoli, che conservi sani,
dopo tanto veder, li affetti suoi.

(PAR.XXXIII, 34-36)

Recordamos inmediatamente el canto V del Infierno (el de Paolo y Francesca). Al empezar el canto V del Infierno, el monstruo Minos les impide el paso a Dante y Virgilio. Virgilio le ordena a Minos dejarlos andar. Lo hace con estas palabras:

Non impedir lo suo fatale andare;
vuolsi csí colá dove si puote
ció che si vuole, e piu non dimandare.

(INF.V, 22-24)

Virgilio vence a Minos con las mismas palabras que San Bernardo dirige en su triple ruego a la Vírgen.

Cuando leímos el Infierno, supusimos que "aquel que quiere todo lo que puede" era Dios. Pero leyendo Paraíso 33 vemos que se trata de la Vírgen María. Virgilio, entonces, le dice a Minos: déjalo pasar porque viene por orden de la Vírgen. Y esto es consecuente con el texto de Inferno 2, donde Virgilio le explica a Dante que la señal de alerta que da inicio al peregrinaje místico del autor-protagonista (toda la Comedia) viene de María. Es María quien se interesa por la salvación de Dante y ordena a Lucía y Beatriz acudir en su ayuda. Resulta muy apropiado, entonces, que la Comedia termine con una alabanza a la Vírgen... y con esas palabras (che puoi/ ció che tu vuoli) que ya habíamos leído al empezar el Infierno.

Nuestro error fue suponer que Dios, el Dios de Dante, era "aquel que puede todo lo que quiere". Leyendo el Paraíso hemos podido entender que el Dios de Dante (como el Dios de su contemporáneo Eckhart) está más allá de toda comprensión humana. Ese Dios es:

O luce etterna che sola in te sidi,
sola t'intendi, e da te intelletta
e intendente te ami e arridi!

(PAR.XXXIII, 124-126)

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