En la tercera bolsa del círculo octavo del Infierno, Dante encuentra al Papa simoníaco Nicolás III metido de cabeza en un hoyo y agitando las piernas, con las plantas de los pies ardiendo como velas. Puesto que la cabeza de Nicolás III está bajo tierra, Dante se arrodilla y se inclina para hablar con él:
Io stava come l' frate che confessa
lo perfido assassin...
(Inf. XIX, 49)
Yo estaba como el fraile que confiesa
al pérfido asesino...
"Los parricidas eran enterrados vivos, cabeza abajo, y algunos, ya en el hoyo,... llamaban al confesor, retardando así el instante de la muerte." (Obras completas de Dante Alighieri, BAC, Madrid 2002, p.110)
Y luego Dante insulta a Nicolás III con verdadera furia, no sin antes advertir que su furia sería mayor si no la frenara el respeto por el alto cargo que Nicolás tuvo:
E se non fosse ch' ancor lo mi vieta
la reverenza de le somme chiavi
che tu tenesti ne la vita lieta,
io userei parole ancor pui gravi.
(Inf. XIX, 100-103)
Y si no fuera porque me lo impide
la reverencia hacia las altas llaves
que tú tuviste en la vida feliz,
yo usaría palabras aún más duras.
En Purgatorio XIX, ascendiendo por la cornisa de los avaros, Dante encuentra a otro Papa, Adriano V, echado bocabajo sin poder moverse, con la cara en la tierra.
Igual que Nicolás III en el infierno, Adriano también está volteado hacia la tierra pero no llega a sumergirse dentro de ella como el reo infernal.
El sentido está claro: ambos, avaros y simoníacos son castigados siendo inclinados hacia la tierra, pero el pecador es enterrado mientras que el arrepentido debe permanecer mirándo la tierra.
Como ante Nicolás III, aquí también Dante se arrodilla para hablar con el Papa Adriano:
Io m' era inginocchiato e volea dire;
ma com' io cominciai ed el s' accorse,
solo ascoltando, del mio reverire,
"Qual cagion" disse "in giú cosí ti torse?"
(Pur. XIX, 127-130)
Yo estaba arrodillado y quería hablarle;
mas ni bien comencé y él se dio cuenta,
sólo escuchando, de mi reverencia,
"¿Por qué razón te doblas hacia abajo?" --dijo.
Dante muestra reverencia en ambos casos, pero en el infierno la reverencia es un freno a sus invectivas. En el purgatorio su reverencia es premiada por el Papa penitente, quien le da la orden de levantarse:
"Drizza le gambe, levati su, frate!"
(Pur. XIX, 133)
"¡Endereza las piernas, levántate, hermano!"
Y le recuerda a Dante que en el purgatorio todos son de la misma condición:
" ...conservo sono
teco e con li altri ad una podestate."
(Pur. XIX, 134-135)
"Siervo soy
contigo y con los demás aquí de un mismo soberano."
Hay otra coincidencia entre ambos episodos: justo antes de encontrar a Nicolás III en el infierno Dante tiene una breve visión de la prostituta Taís, bañada en mierda pestilente. Aquí, en purgatorio XIX, el encuentro con el Papa Adriano V es precedido por la visión onírica de una sirena que Dante , luego de encontrar atractiva, descubre que emite un horrible mal olor (Pur. XIX, 33).
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